Hay algo interesante que sucede cuando llegamos a los 50 años. De momento pensamos que tenemos "algo que decir" o algo que aportar a la sociedad y a aquellos con los que nos relacionamos. Nuestra mente comienza a mirar hacia atrás, como quien mira por un espejo retrovisor, y vemos el camino que hemos andado y las huellas que han formado nuestro carácter y nuestra personalidad.
Es interesante que busquemos experiencias retantes en los juegos electrónicos, en los crucigramas, en los rompecabezas, pero evitemos a toda costa los retos que nos trae la vida. Sin embargo, eso es algo que no podremos evitar, aun cuando tengamos la capacidad de controlar nuestras variables.
Reflexiones de la vida trata exactamente de eso. Mirar las experiencias del diario vivir, desde lo más simple hasta lo más complejo, y reflexionar sobre las enseñanzas que podemos absorber de ellas para hacernos más sabios y entendidos. Pero sobre todas las cosas, reconocer que en cada una de ellas conocemos algo más acerca de nosotros mismos y de Dios, que camina con nosotros en cada una de ellas.
Proverbios 2:2-5 dice: "...si tu oído inclinas hacia la sabiduría y de corazón te entregas a la inteligencia; si llamas a la inteligencia y pides discernimiento; si la buscas como a plata, como a un tesoro escondido, entonces comprenderás el temor del Señor y hallarás el conocimiento de Dios"
Amiga, andamos por un camino semejante. Llegamos a esta edad y miramos atrás y veo que siempre ha estado Jesús allí, en mis metidas de pata, en mis penas y en mis alegrías; Él en silencio y yo buscándolo como gallina sin cabeza, sin ver que ahí estaba. Gloria a Dios porque un día se dejó ver. Amén. Adelante
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