miércoles, 20 de junio de 2012

Enfermas de amor

A quién no le gusta sentirse amada?  Es la necesidad más intrínseca que tenemos en nuestro ser.  Pensar en vivir sin amor es como tratar de respirar sin aire disponible- nos asfixia. 

Cuando leemos el capítulo 3 de Génesis, nos damos cuenta cómo Satanás utilizó todo lo creado por Dios para confundir al ser humano y hacerlo caer en tentación. Y lo logró.  Adán y Eva conocían de Dios porque caminaban con él (Jesús) todos los días y recibían su orientación sobre la vida y todo lo creado, además de recibir la encomienda de gobernar sobre todo.  Hasta que llegó el día en que alguien más retó sus pensamientos y manera de vivir - "Es verdad que Dios les dijo que no comieran de ningún árbol de jardín?... No es cierto, no van a morir! Dios sabe muy bien que cuando coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y llegarán a ser como Dios, conocedores del bien y del mal"  (Gen. 3:1)

Del mismo modo, en Mateo 22:37-39 Jesús resume los 10 mandamientos en uno solo: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente... ama a tu prójimo como a tí mismo". Pero el pecado, que lastimó y fragmentó nuestro senntido de ser, ha definido y evaluado nuestro amor propio dependiendo que cuánto nos aman los demás.  En la mayoría de las ocasiones, medimos nuestro amor a Dios de acuerdo a cuánto amamos a los demás; y se oye muy feo que yo, siendo cristiana, diga que me amo tanto como para ponerme primero cuando las relaciones interpersonales no van bien. "Eso no se hace.  Se supone que pongas la otra mejilla, que no seas egoísta, que honres y obedezcas a tus padres, que des sin esperar nada a cambio, que no dejes que el sol se ponga sobre tu enojo, que perdones setenta veces siete".  Pero, y dónde queda el que ames a tu prójimo como a tí mismo? Para poder amar al prójimo tienes que aprender a amarte a tí misma primero. No puedes esperar que otro lo haga por tí.

Cuando no nos amamos a nosotras mismas; cuando no nos respetamos ni nos damos a respetar; cuando no creemos que valemos lo suficiente como para decir ¡Basta ya!, entregamos nuestra vida en las manos a otra persona, sea madre, padre, hermanos, jefes o parejas, que tampoco saben qué hacer con nosotros, excepto usarnos para su propio beneficio. La relación que parece amor, se convierte en dominancia y codependencia. Y la codependencia no es amor. Y esto puede suceder aún cuando la persona dominante ya no esté presente.

Es cierto que no existen ni existirán relaciones humanas perfectas, pero sí podemos tener relaciones humanas saludables. Para lograrlo necesitamos desarrollar una identidad saludable retando los pensamientos irracionales acerca de nosotras y nuestras relaciones:

1.  La manera en que fui concebida, nacida y criada no determina mi futuro.  Podemos haber nacido en hogares disfuncionales de maltrato o negligencia, pero todavía podemos decidir lo que queremos llegar a ser y todo lo que podemos lograr.

2.  Para que lo primero se dé, tengo que convencerme que Dios, mi Creador, fue quién decidió que yo naciera y tuviera un propósito de vida que dará esperanza a otros en mi misma situación. Por tanto, mis pruebas, tribulaciones y dificultades no quedan en un vacío, sino que están escribiendo el testimonio de lo que Dios puede y quiere hacer con una vida que se entrega a él. Si vivo la vida como si todo dependiera de mí, mi futuro se verá tronchado por la frustración y el rechazo.

3.  Para hacer que nuestras experiencias de vida cuenten para algo significativo en nuestra vida y en la vida de los demás, tenemos que buscar un código de vida que añada valor a las decisiones que tomamos.  Para eso necesitamos Las Sagradas Escrituras, la Biblia, los principios bíblicos que nos enseñan cómo responder a las situaciones de la vida, cuidando nuestro corazón de la amargura, el odio y la desesperanza.

4.  Mateo 22: 37-39 nos dice:  Reconoce a Dios como tu Creador y ámalo con todo tu ser. Dale gracias porque pensó en tí y creyó que tú eras lo suficiente importante y valiosa como para ocupar un espacio y cumplir un propósito en esta tierra y en la vida de alguien más.  Y Dios NUNCA se equivoca.  Segundo: al reconocer y aceptar el amor de Dios para tí, ámate, respétate y valórate lo suficiente como para reconocer las artimañas del enemigo que te quiere hacer creer que la dependencia y el abuso de poder es amor del bueno. Tercero, una vez aceptas el amor de Dios, que no te desea mal, y te amas a tí misma, entonces, ama a los demás con el mismo respeto y valor que tienes por tí misma, reconociendo, evaluando y decidiendo lo que es bueno para tí y para los demás, aunque eso signifique decir NO de vez en cuando.

Nuestras relaciones interpersonales, en la mayoría de las ocasiones, están basadas en relaciones codependientes de abuso de poder y autoridad o en asumir una postura sumisa y esclavizante, porque no nos hemos detenido a pensar en cómo se supone que debo ser amada y amar. En ocasiones el pensamiento es "si lo pienso mucho, si exijo mucho, me quedaré sola, así que acepto lo primero que venga" ó "ya estoy aquí, no hay nada que pueda hacer diferente".  Siempre hay alternativas; siempre hay opción.  Primero, vuelve tu corazón al Señor y cree que él te ama con amor eterno y desea lo mejor para tí. No es Dios el que desea que vivas una vida miserable; es Dios que desea que conozcas su amor más íntimamente y decidas que eres digna de amarte y ser amada de ese modo.  Segundo, ámate, respétate, valórate. Tercero, solo cuando aceptes el amor de Dios para tí, el valor que tienes en su reino y el lugar que ocupas en la tierra es que podrás amar a los demás de manera saludable y eficaz enseñándoles cómo quieres ser amada.

http://www.lideresdeimpactoinc.webs.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario